jueves, 29 de abril de 2010

Inmunda indiferencia


La mediocridad de mi poesía, de mi fotografía, pensamiento y demás, cada vez esta más clara. La inutilidad ya me visita unas 6 veces a la semana, y cuando no es porque se olvida; o me olvido de que no debo olvidarme de semejante sensación. Nunca, jamas existió el progreso sin motivación, y por eso yo aun no me muevo. Se siente la vida tan fea pero tan a gusto que no dan ganas de mover los dedos ni 2 centímetros para hacer una diferencia importante en la rutina. Empieza con un amanecer a las 9:00am, seguida de una ducha, 8 horas de trabajo y una cena para dos, minutos antes de media noche. Música de auricular recita versos a distintas horas del día, queriendo revolverme los sesos, sumergiéndolos en ideas que se sienten utópicas y absurdas. Ya no duermo como antes, ni sueño con lo mismo, mi mente esta más seria que la de un ejecutivo. Me río de vez en cuando en el esfuerzo de sentir algo distinto, en el intento de cambiar la cara, con la intensión de mostrarme que aun no perdí esa gracia inocente. Al menos 10 veces al mes me planteo mis planes de vida, pero lamentablemente --y por suerte-- nunca se parecen. Este aire inmundo me ahoga, me aburre, me contamina y siento la necesidad de salir corriendo para tomar una bocanada de un aire más puro en tierras más lejanas, pero luego de tener esa sensación me vuelvo a acordar de que mi vida es fea pero cómoda al mismo tiempo.

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